Llegó la hora crucial de incorporar de manera decidida el agua, el sol y el viento a la matriz energética de Bolivia que actualmente depende del gas natural, recurso que enfrenta desafíos significativos debido a la disminución de sus reservas, amenazando la estabilidad económica y energética del país. Con la transición a energías renovables, el país gozará de un sistema a largo plazo, accesible a la economía nacional y fundamentalmente más amable con el muy flagelado medio ambiente.
La reducción de la producción de gas natural sugiere un posible aumento en los precios de la energía, una preocupación ilustrada por las experiencias de Chile y Perú. Ambos países han determinado cambios en la producción de electricidad con energías renovables, con Chile aumentando de 6 323GWh en 2013 a más de 32 749GWh en 2023, gracias a inversiones en solar y eólica. Perú, por su parte, pasó de 456 GWh en 2013 a más de 3 300 GWh en 2023 en energías renovables no convencionales. Estos ejemplos resaltan la necesidad de que Bolivia mitigue los impactos económicos y sociales diversificando sus fuentes de energía.
Bolivia cuenta con un gran potencial en energías renovables debido a su rica dotación de recursos naturales. La región del Altiplano es ideal para la energía solar; los vientos en el oriente y en sur son aptos para el desarrollo eólico; las diversas cuencas hidrográficas representan oportunidades para expandir la infraestructura hidroeléctrica, que puede servir como respaldo constante para las energías solar y eólica, favoreciendo la estabilidad del suministro eléctrico.
Para desarrollar energías renovables, es fundamental fomentar la inversión privada, actualmente obstaculizada por barreras regulatorias y políticas. La implementación de incentivos fiscales, simplificación de trámites y claridad normativa son esenciales para atraer inversiones al sector energético renovable. Además, se debe ajustar la política tarifaria para reflejar el costo real de generación eléctrica que podría facilitar la adopción de fuentes sostenibles.
Las asociaciones público-privadas pueden jugar un papel vital en el desarrollo de proyectos renovables, compartiendo riesgos y responsabilidades. Estas colaboraciones promueven un enfoque integrado para diversificar la matriz energética y superar retos técnicos y financieros. La inclusión de renovables y la complementariedad de la hidroeléctrica fortalecen la seguridad energética y reducen la dependencia del gas natural.
En resumen, la transición de Bolivia hacia un modelo energético que incorpore energías renovables es crucial. Con un enfoque pragmático y centrado en la mejora regulatoria y políticas efectivas, Bolivia puede construir una matriz energética más equilibrada y menos vulnerable a fluctuaciones del mercado global, asegurando un desarrollo económico sostenible.