En los últimos meses, el debate sobre la autorización de nuevos eventos transgénicos ha ganado relevancia, impulsado por factores como las sequías prolongadas, la disminución en la producción agropecuaria, la caída en las exportaciones y la falta de divisas que afecta la economía nacional. Ante esto, el Gobierno ha iniciado reuniones con el sector agroindustrial para evaluar la autorización de tecnología transgénica como alternativa ante la crisis.
El Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (Iniaf) está en el centro del debate. Su director de Innovación, Rogelio Maydana, aclaró que los proyectos del Iniaf no incluyen transgénicos, debido a las prohibiciones de las leyes nacionales 300 y 144, que buscan proteger la biodiversidad y el patrimonio genético del país.
En este contexto, los productores agropecuarios están divididos. Mientras algunos ven en los transgénicos una solución para aumentar la productividad y enfrentar las adversidades climáticas, otros defienden la necesidad de preservar los métodos tradicionales y orgánicos de cultivo, temiendo que la introducción de organismos genéticamente modificados afecte la biodiversidad local.
—¿Cómo abordan el tema de los transgénicos en el Iniaf?
—En el Iniaf abordamos la biotecnología, pero en nuestro caso, no trabajamos con transgénicos debido a las normativas que prohíben su uso en Bolivia. Existen leyes específicas, como la Ley 300 y la Ley 144, que restringen la creación y utilización de plantas o semillas transgénicas. El motivo detrás de estas restricciones es la protección de nuestra diversidad genética. Bolivia es un país con una rica variedad de especies agrícolas autóctonas, como la papa, el maíz, el trigo, la quinua y el haba, por lo que la creación de transgénicos podría representar una amenaza para estos cultivos. Sin embargo, existe una excepción: la soya, al no ser una especie nativa, podría ser considerada, siempre y cuando se garantice que no afecte a la salud ni al medioambiente. De todas maneras, cualquier decisión debe estar fundamentada en investigaciones exhaustivas.
—Entonces, ¿cómo se contempla la biotecnología en el Iniaf?
—La biotecnología es un campo bastante amplio y abarca diversas técnicas, no sólo la creación de transgénicos. A menudo, los empresarios asocian la biotecnología exclusivamente con la ingeniería genética, que consiste en la transferencia de genes de un organismo a otro. Sin embargo, existen otras técnicas, como el cultivo masivo de tejidos, que también son parte de la biotecnología. En el Iniaf, actualmente estamos desarrollando proyectos de cultivo de tejidos con piña y banano, con el objetivo de generar 400 mil vitroplantas de ambas especies. El cultivo de tejidos es una técnica que consiste en extraer tejido orgánico de una planta para estudios y mejoras en la productividad y salud de la especie.
Además, utilizamos otra técnica llamada marcadores moleculares, con la que trabajamos en nuestro laboratorio de biología molecular ubicado en Cochabamba. Esta técnica nos permite realizar la secuenciación del ADN de las plantas, lo que nos ayuda a identificar genes que confieran tolerancia al estrés hídrico o resistencia a ciertas enfermedades y patógenos. Estamos avanzando mucho en este campo, lo que nos permitirá contar con variedades más resistentes ante condiciones climáticas adversas.
También estamos incursionando en la ingeniería genómica o edición genética. A diferencia de la ingeniería genética tradicional, la edición genética no implica la transferencia de genes entre organismos, sino que trabaja con los genes del mismo organismo, identificando aquellos que presenten cualidades superiores en determinadas condiciones. En el Iniaf estamos diseñando una propuesta para contar con un laboratorio especializado en edición genética, ya que, actualmente, no realizamos este tipo de procedimientos de manera sistemática.
—¿Qué cultivos podrían ser transgénicos en Bolivia si se autorizaran?
—De acuerdo con la legislación vigente y las características de la biodiversidad boliviana, los únicos cultivos que podrían ser considerados para la incorporación de transgénicos son la soya, el algodón y, en menor medida, el trigo. Esto se debe a que Bolivia no es un centro de origen de diversidad genética para estas especies, lo que permite cierta flexibilidad en su manejo. Sin embargo, cualquier aprobación debe estar acompañada de rigurosas evaluaciones de impacto.
—¿Cuál es el procedimiento para la aprobación de un evento transgénico en Bolivia?
—La aprobación de un evento transgénico sigue un proceso muy específico. En primer lugar, cualquier empresa u organización interesada debe presentar su solicitud al Comité Nacional de Bioseguridad, que está conformado por cinco ministerios y fue creado mediante el Decreto Supremo 24676. El Comité evalúa las solicitudes basándose en los riesgos para la salud, el medioambiente y la biodiversidad, entre otros factores. Una vez emitido el dictamen, este se eleva a la Asamblea Legislativa, que es la encargada de aprobar o rechazar el uso del evento mediante una ley. Es un proceso que busca garantizar la seguridad y el bienestar de la población y los ecosistemas.
—¿Cuánto tiempo toma este proceso?
—El plazo para que el Comité Nacional de Bioseguridad emita un dictamen es de 180 días, tras lo cual el documento pasa a la Asamblea Legislativa para su evaluación. Sin embargo, existe un procedimiento más abreviado en el caso de eventos destinados a la industrialización de biodiésel, que fue establecido mediante el Decreto Supremo 3874, aprobado en 2019. Para estos casos, el plazo es de 46 días y no requiere una evaluación de campo, lo que agiliza el proceso. No obstante, para eventos relacionados con el consumo humano, como los de soya, sí se exige una evaluación en campo.