Impulsado por la pandemia, que borró el límite entre espacio de trabajo y hogar, en estos últimos tiempos ha surgido una cultura de la adoración del trabajo que en Estados Unidos se vio reflejada con el hashtag que popularizó Elon Musk #Thankgodismonday (Gracias a Dios que es lunes) que normaliza estar obsesionado con el trabajo, pero ¿hasta qué punto está bien esto?
Perfiles conocidos como el caso de Margaret Thatcher, descrita en películas como tan obsesionada por el trabajo que desatendió asuntos personales de su vida, que en una entrevista hacía esta reflexión, “el hogar es el lugar al que vienes cuando no tienes nada mejor qué hacer”. O, la tragedia de Miwa Sado, periodista japonesa que a los 31 años murió a causa de exceso de trabajo, estuvo 17 meses sin un día libre, y solo se tomó dos días libres en el mes previo a su muerte debido a una insuficiencia cardíaca en julio de 2013.
Teresa Méndez, psicóloga, habla sobre el aspecto cultural de este problema, asociado con no poder desconectarse del trabajo, también conocido como adicción al trabajo, “Como seres humanos nos validamos en el entorno, cuando la sociedad de pronto admira esa devoción al desarrollo del trabajo. Lógicamente esto va a generar en nosotros cierta satisfacción y esa satisfacción nos lleva a tener mayores expectativas del entorno y mayores expectativas de validación.
Esas necesidades hacen que, de alguna manera, desarrollemos una conducta obsesiva y por lo tanto adictiva”, sostiene la especialista. Como cualquier otra adicción puede llevar a una ruptura sentimental, discusiones con la familia o efectos físicos debido a la acumulación de cansancio. “Todas las adicciones van centradas en la satisfacción, en el placer, en la sensación que nos está dando algo positivo, ya sea un placer de autorrealización, un placer de ganancia financiera, de estoy logrando mis metas, pero nos hacer olvidar que es solo un área de nuestra vida, y de que debería ser equilibrado el espacio de tiempo al que le dedicamos a las diferentes áreas que tenemos”, explica Méndez.
Y como toda adicción es tratada de esa manera, “todo lo que sucede dentro de nuestro cerebro es igual a una adicción alcohólica, a una sexual, una adicción de cualquier otro tipo de sustancias. Entonces, el proceso del tratamiento es primero una desintoxicación, y después una rehabilitación.
El tema es que, si se determina que hay una adicción al trabajo, no se deja de ser adicto sino que se la controla, a través del equilibrio, a través de la consciencia de que tenemos más áreas en nuestra vida a las que tenemos que dedicar, con terapia cognitiva, que nos permite identificar que no estamos hechos para trabajar, y que el trabajo es una herramienta que nos permite adaptarnos, vivir, estar en un entorno social de manera efectiva”, afirma la psicóloga.
“La adicción al trabajo es la expresión de que algo falta en nuestras vidas. Los adictos al trabajo lo utilizan para escapar del mundo real. Suelen engañarse pensando que mientras trabajan, no tienen que pensar en sus responsabilidades para con los demás”, reflexiona Erick González, médico especialista en neurología.
Melissa Comton en una entrevista a The Guardian, mencionó, “a diferencia de la mayoría de los demás adictos, los adictos al trabajo pueden admitir orgullosos su problema y seguir recibiendo aprobación. Es necesario que esa aprobación tenga que cambiar antes de poder detener la adicción al trabajo”.
Cerebro
No desconectarse del trabajo también tiene consecuencias a nivel neuronal que afectan al cerebro y a la salud.
El neurólogo Mario Camargo explica lo que sucede en el cerebro de las personas que son adictas al trabajo, “cuando se tiene una adicción, se producen endorfinas que es un neurotransmisor de la felicidad; sin embargo, el costo de esas endorfinas es muy alto en la salud. El cerebro despliega mecanismos neuronales para que nuestro cuerpo se ponga en estado de alerta para poder activarse y mantenerse activo a pesar de la situación en la que estamos, pero actúan a largo plazo dañando nuestro cerebro.
“En general el adicto al trabajo termina teniendo cefalea tensional, migraña, trastornos digestivos, trastornos sexuales, además de enfermedades cardiovasculares, que aumentan la posibilidad de tener infartos de miocardio e hipertensión arterial”.
El neurólogo González también coincide con este cuadro, “una persona que no tenga un divorcio entre su vida laboral y vida personal, se va a sobrecargar, no se va a alimentar bien, va a vivir en un estado completo de tensión, de estrés que puede desencadenar en enfermedades crónicas no transmisibles, el insomnio, la depresión, la hipertensión arterial, las arritmias cardíacas, muchas veces estas personas, en nuestro medio, ‘bolean’, toman mucho café, red bull”, González.
Para empezar a trabajar esta cuestión Camargo apunta a “el primer paso fundamental es que el individuo se reconozca como adicto al trabajo, que es lo más difícil, que la gente sepa que hay una patología que se llama adicción al trabajo, y que se ayude a la persona a reconocer esa adicción”.
Por su parte González aconseja que “es importante el descanso, hay que darle tiempo a nuestro organismo para que se recupere, para mejorar la química sanguínea. El mejor consejo para una persona que quiere ser muy productiva, muy eficiente, es un balance entre la productividad, llevar una vida personal sana, hacer ejercicio, dormir bien y tener una buena alimentación, todo cuando se logre un equilibrio ayuda”, propone.
Expertos también hablan del concepto de las habilidades blandas de gestión de tiempo y Teresa Méndez afirma que “las habilidades blandas es un concepto que entra en la gestión por la competencia, que está aplicada al desarrollo de líneas de adaptación ya sea en el trabajo, ya sea en el desarrollo personal, estas habilidades blandas, específicamente la habilidad blanda de gestión de tiempo, que estarían ayudándonos a ser más efectivos en nuestra administración del tiempo”, pero esto por si solo no cambia el esquema avisa Méndez, que tiene como equilibrio como palabra clave, “si nuestra gestión de tiempo está enfocada a organizarnos mejor para el trabajo da lo mismo, entonces, una habilidad blanda puede ser utilizada muy bien y puede estar enfocada también a nuestro trabajo, o sea no nos garantiza, que considere a la dimensión integral de todo ser humano, la clave es saber que tenemos diferente roles en nuestra vida, y que cada rol, necesita ser trabajado, para poder sentirnos autorrealizados de manera general y esto nos lleve a una consciencia de vida sana emocionalmente, tenemos rol de trabajo, rol de padre o madre a quién le corresponda, rol de pareja, rol de hijo, rol de amiga, amigo, entonces todos estos roles deberían tener su tiempo, de esta manera se logra un equilibrio”.
Pese a que en Bolivia no existen estadísticas sobre esta problemática, Méndez acota que es un problema que también tenemos en nuestra sociedad. “No porque no exista como problemática, sino porque socialmente no es reconocida y se confunde con problemas en otras áreas que se ven afectadas por el trabajo, problemas con la pareja por ejemplo”.