Si el mundo que conocemos había quedado en estado crítico con la pandemia del Covid-19, el 24 de febrero de este año se volvió a sacudir con la invasión rusa a Ucrania que generó un shock en los mercados globales de alimentos y energía. La crisis energética afectó fuertemente la producción global y puso, nuevamente, en vilo al mundo entero. Lo sucedido es, en mayor o menor medida, conocido: sanciones por doquier, alza en el precio del GNL (Gas Natural Licuado), frenos al abastecimiento vía gasoductos y previsiones de futuros de GNL a precios varias veces superiores a los de unos pocos meses atrás. En aquellos países, principalmente en Europa, con matrices energéticas fuertemente dependiente del gas, la respuesta inmediata a la escasez de energía fue el aumento en el uso del carbón, entre otras fuentes de energía. Todo esto ocurrió a contramarcha de un proceso de transición energética global que busca que la matriz energética se vaya descarbonizando y se sustente cada vez más en fuentes renovables. Pero, ¿qué tiene que ver esto con Argentina?
Nuestro país tiene un gran potencial para convertirse en un jugador global en la producción de gas y petróleo. Las reservas de petróleo y gas no convencional del país se encuentran entre las primeras 5 a nivel mundial. Además, ya se destaca el desarrollo que tuvo Vaca Muerta en estos últimos años, con aumentos de producción año tras año. Sin embargo, el aumento sostenido en la capacidad productiva de la Cuenca Neuquina se ve limitado por la capacidad de transporte del gas allí extraído. La solución a esta limitación requiere fundamentalmente de la conclusión del Gasoducto Néstor Kirchner. Este gasoducto, junto con otras obras, permitiría reemplazar importaciones del gas proveniente de Bolivia y de GNL, y “darle un poco de aire” a nuestra balanza comercial energética. Una vez que esté listo, podrá transportar unos 40 millones de m3 por día, un volúmen significativo si tenemos en cuenta que la producción actual de gas ronda los 140 MMm3/día.
De todas formas, hay un limitante. La transición energética ofrece una ventana de oportunidad para explotar el potencial que tiene nuestro país en los próximos 20 o 30 años. Para ello, la localización de inversiones productivas y en infraestructura es clave. Los objetivos a mediano plazo están claros: lograr abastecer la demanda local y exportar al mundo derivados como el GNL, GLP (Gas Licuado de Petróleo) y un conjunto de productos petroquímicos.
El reciente acuerdo firmado entre YPF y Petronas (4to productor global de GNL y 1ro en flota de buques de GNL) es un claro ejemplo de hacia dónde debe dirigirse el desarrollo energético en Argentina. Este acuerdo incluye: la exploración y producción de gas no convencional de Vaca Muerta; el desarrollo de un gasoducto dedicado e infraestructura asociada; la producción de GNL; y su comercialización y logística internacional. La nueva planta de GNL, en su pico de producción, consumirá 120 MMm3/día y representa un incremento de más del 130% en la producción actual de gas de la Cuenca Neuquina. El dato clave de este proyecto es que se estima que para 2036 generará exportaciones por alrededor de 13 mil millones de dólares. Esto significará un antes y un después para la balanza energética argentina, así como para el mercado laboral y el desarrollo de proveedores.
Sin embargo, no todo es “color de rosa”. Del otro lado del país, a unos 300 km de las costas bonaerenses se cree que podría haber grandes reservas de petróleo y gas. Polémica y debate mediante, este proyecto de exploración del Mar Argentino está sufriendo demoras. Hace pocos días hubo noticias (poco alentadoras) del buque que iba a realizar los estudios sísmicos en la exploración off-shore. El buque BGP Prospector fue enviado a otras aguas como consecuencia de la demora por la judicialización que inhabilitaba la continuidad de la exploración. Sin embargo, la Cámara Federal de Apelaciones de Mar del Plata levantó la cautelar que impedía la exploración. De todas formas, estableció condiciones para la misma y solicitó un elevado control sobre la misma. Probablemente haya nuevas idas y vueltas en torno a este proyecto.
Es fundamental hacer una breve mención de lo que podría representar este proyecto. Sólo la exploración de 18 áreas implica inversiones por USD 720 millones, y en caso que esta sea exitosa habilitará a la producción de petróleo hacia finales de la década. La producción en concreto implicaría miles de millones de dólares en inversiones extra, con su impacto en la generación de empleo de calidad y el aumento de los ingresos fiscales, además de la tracción de proveedores locales. Se estima que sólo una zona de la Cuenca Argentina Norte-100 (CAN-100) podría permitir la producción de unos 600 mil barriles de petróleo por día, un número muy cercano a la producción actual de petróleo de nuestro país. Por lo tanto, si la exploración en el CAN-100 fuera exitosa, y la producción pudiera ampliarse a otras zonas, es posible pensar en multiplicar por varias veces la producción de petróleo en el largo plazo. Esto convertiría a la Argentina en un jugador global a nivel petrolero.
Si bien puede suscitar acalorados debates que se proponga explorar y explotar hidrocarburos en el marco de la transición energética, la realidad es que la matriz energética global no puede ser modificada de un día para el otro. Por el contrario, debe ir transformándose a medida que se desarrollan nuevas tecnologías y se ponen en marcha junto con nuevas prácticas tanto en fábricas, hogares y medios de transporte. Es necesario recorrer un camino de transición hacia una matriz energética con menos emisiones de GEI, pero el desafío es global y la Argentina puede colaborar para que países como China e India reemplacen su consumo de carbón por gas (que tiene menores emisiones de Gases de Efecto Invernadero).
En conclusión, Argentina tiene la posibilidad de elevar sus exportaciones, a la vez que genera más y mejores puestos de trabajo y colabora globalmente con la transición energética. A su vez, el desarrollo de su potencial energético tendrá un impacto positivo en su macroeconomía. La puesta en marcha de los proyectos hidrocarburíferos mencionados, permitiría que este sector se convierta en uno de los principales complejos exportadores del país en el largo plazo. Existe el potencial para lograrlo, se requieren amplios acuerdos que permitan la realización de estas actividades fundadas en el aval social y estrictos controles ambientales.