El presidente Luis Arce anunció el sábado, durante el discurso de la efeméride nacional, la renegociación del acuerdo de exportación de gas con Brasil. Un hecho que permitirá elevar los ingresos por esta vía en unos 200 millones de dólares, una cifra que en términos netos puede sonar espectacular y abultada, pero que dentro de la industria petrolera es una cifra moderada. Basta con recordar, como recordó Arce, que durante el Gobierno de Jeanine Áñez y su ministro tarijeño de Hidrocarburos, Víctor Hugo Zamora, en paradero desconocido, aunque fácilmente sospechable, perdonó a Petrobras cerca de 60 millones de dólares anuales por el concepto de transporte sin pestañear.
Las cifras, en cualquier caso, son tan optimistas como pasajeras, pues dependen del momento actual donde los hidrocarburos están disparados a nivel mundial y la crisis energética – que no solo se ha desatado por la guerra en Ucrania sino por la cuenta atrás para el uso de los combustibles fósiles – amenaza con tumbar gobiernos.
La idea de que Bolivia aparezca de salvavidas con su gas barato por ducto para el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro puede generar urticaria en Lula
Uno de esos gobiernos en peligro es precisamente el de Brasil: Jair Bolsonaro quiere ir a la reelección pero lo tendrá cada vez más difícil conforme se mantenga la escasez de crudo y la amenaza de los transportistas, sector clave para el agro en aquel país. La idea de que Bolivia aparezca de salvavidas con su gas barato por ducto para el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro, que despreció el acuerdo de importación con Bolivia desde el mismo momento en que subió al poder puede generar urticaria en el contrincante Lula da Silva, sobre el papel teórico aliado del régimen de Luis Arce aunque las relaciones con Evo Morales – también por sus affaires con Michel Temer y el resto de los que hicieron caer a Dilma Rousseff – no acabaron precisamente bien.
El problema no es únicamente de contratos y beneficios, sino también de criterios de oportunidad. Bolivia ha sabido en esta ocasión manejar sus tiempos priorizando Argentina, que paga más, para forzar a Brasil a sentarse a negociar lo que no quería negociar después de la beneficiosa adenda a medida que le regaló el gobierno de Áñez. El problema puede ser que la geopolítica tiene que concretarse, al final, con recursos de verdad, y la producción de nuestro gas sigue tan escasa como últimamente.
Y lo cierto es que nada pasa. YPFB ha anunciado planes que necesariamente se deben acelerar, como la recuperación secundaria de pozos antiguos o la aceleración de determinados proyectos propios, porque incluso en esta coyuntura mundial de ambición energética, las grandes transnacionales no están interesadas en venir a Bolivia a desarrollar proyectos convencionales, que siguen siendo caros y riesgosos.
Estamos en la coyuntura de plantear proyectos propios de desarrollo de nuestros recursos naturales tomando el toro por las astas, de formular proyectos independientes sin depender de terceros. Es tiempo de que YPFB asuma toda la cadena y plantee el calendario de éxitos en corto plazo. El gas ha sido indultado dentro del plan de desaparición de combustibles fósiles previsto para unos pocos años más, pero eso no quiere decir que vaya a ser infinito. No hay tiempo para perder.