El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en Bolivia retrocedió los últimos 70 años. Entre 1945 y 2016 bajó de un promedio del 92.5% a 50% en América Latina, afirmó el miércoles director ejecutivo y analista en temas económicos del Instituto de Asistencia Social Económica y Tecnológica (Inaset), Enrique Velazco.
El ingreso per cápita es un indicador macroeconómico de productividad y desarrollo económico, usado para medir el nivel de rendimiento que tienen las condiciones económicas y sociales de un país en beneficio directo de la población.
Con un indicador sustancial de riqueza a la baja y con tendencia creciente al deterioro, la variable puso en evidencia una brecha cada vez más inalcanzable de conseguir un nivel de desarrollo similar o por lo menos, próximo a otros países en Sudamérica, dijo.
Esta situación, que no es quimera, sino una realidad, tampoco mejoró los últimos quince años (2006-2015), a pesar que el erario nacional percibió ingresos por más de 60.000 millones de dólares producto de los buenos precios de las materias primas en el mercado internacional. La situación tiende agravarse y, por lo tanto, empeorar las condiciones de vida de la población, apuntó el especialista.
Para mostrar con hechos los presupuestos expuestos, Velazco aseguró que el ingreso per cápita promedio en América Latina llegó a 12.500 dólares, mientras que en el país alcanzó solo los 6.400 dólares. De haber estado hace 70 años, más o menos, próximos al ingreso per cápita que tiene la población en el continente, los últimos quince años nos ubicamos “en la cola” del crecimiento en el hemisferio, alertó.
La realidad, además es más dura aún. “¿Qué cambió con el proceso de cambio?” preguntó el analista durante una exposición que hizo sobre “La “calidad social” del crecimiento: ¿la economía que no queremos ver?”, a un grupo selecto de periodistas y medios de comunicación que participaron de un conversatorio que Inaset abrió en la ciudad de La Paz, y continuarán, en las siguientes semanas, para hablar de lo que interesa a la población: la economía.
Los analistas, Franklin Pareja y Alberto Bonadona, también participaron del evento y coincidieron con Velazco, en sentido de que Bolivia está atrasada en desarrollo económico, más que nunca.
El espacio sirvió además a Velazco para plantear otros cuestionamientos a su criterio, que tendrá que responder el poder y tienen que ver con lo siguiente: “el Gobierno de turno, realmente satisface las expectativas de una economía ¿de y para la gente?; ¿cuáles son los rasgos estructurales que lograron contribuir a una diversificación productiva?; ¿no será que los pilares del modelo (siete en total) no hacen otra cosa que persuadir a que no miren arriba a la boliviana?”, detalló las interrogantes.
“¿Cómo podemos avanzar con un modelo (económico) que no dice la verdad, donde no se toca nada porque todos, hacen cálculo político en beneficio particular?”, preguntó a su vez Pareja durante la intervención que hizo.
En esta línea, Bonadona planteó la urgencia de poner en marcha un nuevo modelo de acumulación de riqueza, mirar con proyección otras áreas de la economía, no sujetas al discurso oficial vinculado, por ejemplo, a la sustitución de las importaciones.
Para Velazco existe en el país una suerte de “agenda política de las cuatro cegueras”: ¿cómo despertar a la sociedad para establecer la agenda de la gente?”, lanzó el desafío a los comunicadores sociales.
Agenda para la distracción
Los temas que a juicio de Velazco generan dispersión y distraen la atención de la población sobre asuntos centrales que deben ser motivo de debate constante, como la generación de empleo, digno y sostenible, además de la diversificación productiva, están referidos al: litio, tasa de interés, contrabando, competencias autonómicas, política laboral (Ley General del Trabajo), Código de Comercio y Medio Ambiente.
Añadió a está lista el eterno debate sobre las reservas internacionales, déficit fiscal y comercial, la Bolivianización, el tipo de cambio, tasa de inflación, política fiscal / deuda, y presión tributaria.
La interrogante que está pendiente de una respuesta puntual es saber “¿qué realmente cambio los últimos 15 años en la economía?, recalcó Velazco.
En los últimos días el Gobierno emprendió una agenda mediática para mostrar logros espectaculares del modelo económico social, comunitario productivo. Así destacaron varios columnistas alineados al oficialismo que la actividad manufacturera rompió récords cuando alcanzó ingresos por $us 5.022 millones, vale decir el 50,5% del total de nuestras exportaciones.
Las cifras fueron arrimadas además por autoridades gubernamentales a resultados palpables que dejó, hasta ahora, la política económica que se aplica en el país.
La línea gubernamental reza que el modelo lo que hace es fomentar la demanda interna mediante los bonos sociales, políticas salariales y otras medidas que mejoraron los ingresos de los bolivianos; que “el uso de las reservas y el acceso al crédito [permitió crear] activos productivos, plantas industriales, termoeléctricas, caminos, etc.”; que el modelo incentiva la oferta interna (producción), facilitando el crédito mediante fideicomisos y otros, con tasas de interés de 0,5% para sustituir importaciones, sin olvidar la fortaleza de la moneda nacional que mantiene su poder adquisitivo haciendo que los bolivianos inviertan, ahorren y gasten en bolivianos.
Además que el superávit fortalece el sistema financiero y la economía nacional, pero también tiene influencia en el aspecto social porque el desempleo bajó del 12% en 2020, al 5,2% en 2021: el dinamismo en exportaciones hace que las empresas dedicadas a este rubro demanden trabajadores, sin olvidar el efecto multiplicador en otros sectores de la economía. ¿Verdad o mentira?, Velazco salió al paso de este proceso milagroso.
Para el analista, el superávit se debe básicamente a la exportación de “manufacturas” que subió en 2.409 millones de dólares entre noviembre de 2020 y noviembre de 2021, pero el 90% de este aumento está en centrado en cinco rubros que manejan dos sectores el oro y los productos derivados de la soya.
Las cinco áreas del presunto crecimiento milagroso son: oro metálico, joyería de oro, y estaño y plata metálicos, con 67%; y productos derivados de soya y de girasol, con 23%, apuntó.
Como se verá, en ningún caso hay aumentos significativos en producción, por lo que el mayor valor de las exportaciones solo refleja el aumento de los precios en los mercados internacionales, subrayó el analista.
Otro tema sobre el cual puso énfasis el especialista para aclarar que “no todo lo que brilla es oro” tiene que ver con el aumento de la producción. “Si no hay mayor volumen, es absurdo asociar la caída del desempleo o el fortalecimiento del sistema financiero al superávit comercial; menos sugerir que el uso de las Reservas Internacionales Netas creó la capacidad productiva en los rubros mencionados”, subrayó.
También precisó que los cinco rubros que explican el superávit comercial, motivo de alago gubernamental, están, en realidad, en el ámbito de las actividades extractivo-rentistas más que en el de la manufactura diversificada, es decir, no tienen relación con la demanda interna, ni efectos multiplicadores significativos en algún grado, con el resto de la economía, alertó.
El análisis crítico que expuso Velazco, también llegó a la bolivianización de la economía. “Qué los bolivianos inviertan, ahorren y gasten en bolivianos, ciertamente no implica que gasten comprando lo boliviano: la fortaleza del boliviano penaliza la creación de valor y empleo frente a la competencia desleal del contrabando que, hasta donde sabemos, anularía el mentado superávit comercial si apareciera en las cifras de las importaciones”, señaló.
«En Bolivia seguimos contemplando nuestros ombligos mientras los políticos “nos la charlan” y la economía sigue lejos del bolsillo de la gente», aseguró el investigador, especializado en desarrollo productivo y director ejecutivo de Inaset, institución sin fines de lucro con 35 años de antigüedad.